viernes, 21 de octubre de 2016



Disfagia


En la profunda soledad de un sueño, cuando cambiamos horizontes por quejíos, el alma se torna en otra cosa incandescente, en un ruego interior, en un susurro, y vienen entonces a por ella las cosas triviales: Hace falta detergente para la lavadora, llevar plásticos al contenedor de reciclaje , -sonrío-, y quieren sustraernos,  distraernos mas allá de la perversa sensación de estar a solas con el mundo, con el silencio, con la lucha por no quemar esperanzas.
Vuelvo una vez mas al valle de las palabras donde duermen y enseñan, luchan y algunas perecen pero, todas ellas completas en su corazón, ¿tendrán corazón siendo una quimera?, o,  ¿quizás no lo sean?, o sí, no lo sé, pero la batalla es dulce y peligrosa como talar un árbol con una canción.
Cada día sigo esperando la luz, esa que pequeñita y maravillosa, se cuela cada mañana por la ventana diciéndome alto y claro que merece la pena seguir adelante, y de repente vuelvo al exterior, cuando algo tan simple como el olor de unas patatas y un poco de cebolla ríen en la sartén...
¿Cómo separar lo que no tiene horizontes, los pensamientos y las acciones?.
Siempre volver al principio del camino, desandar lo andado y levantar los ojos adonde quiera que vayan las horas con la convicción de que, vivir es el mejor regalo.

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