El fin y el principio de los sentimientos
En la serenidad absoluta de las horas transcurridas, ésas donde la vida y la muerte son casi inexistentes, ésas donde el reflejo del alma convive con un todo desbordante e infinito, siento la paz hasta en la punta de los dedos, soy consciente como nunca antes del aire y del sol, de los sonidos, de la mañana y la noche, vivo en ellos y con ellos en una especie de aletargamiento agradable que me responde sin preguntas, sin necesidad de adentrarme en disonancias, es como una burbuja que me cose literalmente al mundo, a mi vida, donde quiera que ésta habite...